4 de abril de 2010

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Pero me emociona despertarme y organizar mil planes para

seguir tirando, a media tarde ingeniármelas para conseguir

un billete de metro y sentarme en el asiento más recóndito de

la circular mientras comparto el tiempo con gente que jamás

conoceré y me imagino qué harán ellos cuando sean viejos,

cómo apurarán la vida, cuando ya no tengan tiempo para

coger carrerilla y tengan que hacer la ultima vuelta a la pista

con las pocas fuerzas que les permita su cuerpo, cansados,

agotados, torpes, inestables…

Y cuando suben al vagón los niños, rebosantes de sonrisas,

suelo permitirme una lágrima de nostalgia, que me recuerde

que amo la vida, un día más.


1 comentario:

ana dijo...

a mi también me gusta imaginarme la vida de los demás.
:_)