18 de enero de 2011

Se va...sin intenciones de volver.


El tiempo pasa y tras su galope siento que lo pierdo. Que se me escapa entre los dedos. Sobre su lomo me dejo llevar sin saber hasta donde. Su paso me parece acelerado, nervioso, decidido…
Las horas se deshacen dejando la luz del remordimiento, retorciendo en cada manecilla la desdicha del que no es feliz pero tampoco infeliz, del que mira al vacío con mirada perdida y no consigue responder por qué?
Revolviendo la existencia en una carrera de ecuaciones nacidas contrasentido. En la que arrastro mis pies bajo el barro del paso de los días.

Sigo preguntándome a dónde me lleva. Y por qué va con tanta prisa. (Y si habrá o no un descanso para recuperar el aliento) El viento me pide respuestas, mientras que por la velocidad, únicamente puedo mirar al frente.
Marioneta del sinsabor estridente que aún golpea mi orgullo. Ese que me insulta cada día al ver que aquí da igual adonde quieras ir, lo que importa es llegar antes que los demás. Incapaz de diferenciar la rutina de la repetición, la calma con la trampa de la conciencia o el aire puro del viciado humo.

Porque no hay túnel y todo parece luz al final. De la travesía dicen que la mayoría es tragar polvo e intentar no despertar a la envidia con diferencia. Sonreír mientras agonizas y llorar cuando te sientas el mejor.

No se permite más alarido que la queja y la medida de la daga se deja a los ojos de cada uno. Aquí, la mediocridad se premia y la ebriedad del ignorante se venera si se mezcla con hielo predecible, de prototipo simple y espíritu escuálido.



Al lugar donde más deseo llegar y donde más temo no alcanzar se escapa… y apenas puedo ya decidir.
Aunque las riendas sigan en mi mano.
Si, al menos, pudiera definir qué es vivir y qué sobrevivir.

Ahora que he perdido el mapa, todo se hace un poco más difícil.









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