6 de julio de 2013

Marguerite Duras


Yo la recordaré siempre como una mujer violentamente libre y audaz, que encarnaba en ella misma y a tumba abierta –con su inteligente uso, por ejemplo, del libertinaje verbal, que consistía en su caso en sentarse en un sillón de su casa y, con verdadera fiereza, despacharse a gusto-todas las monstruosas contradicciones que vive el ser humano, todas esas dudas, la fragilidad y desamparo, individualidad feroz y busca del desconsuelo compartido, en fin, toda esa gran angustia que somos capaces de desplegar ante la realidad del mundo, esa desolación de la que están hechos los escritores menos ejemplares, los menos académicos y edificantes, los que no están pendientes de dar una correcta y buena imagen de sí mismos, los únicos de los que no aprendemos nada, pero también los únicos que tienen el verdadero coraje de exponerse literalmente en sus escritos –donde se despachan a gusto- y a los que admiro profundamente porque sólo ellos juegan a fondo y me parecen escritores de verdad. 


Enrique Villa-Matas en París no se acaba nunca

1 comentario:

Humberto Dib dijo...

Había leído solo un libro de Marguerite Duras, pero después del de Vila-Matas me interesé por saber qué escribía esta autora que tanto lo había ayudado y aconsejado.
Buen blog.
Un abrazo.
HD