Solíamos mecernos en el trapecio
para que no llegaran a hacernos cosquillas.
En medio de la bruma y el desenfreno.
Al menos, éramos.
Éramos el rasguño de las madrugadas
y el nervio exacto de la inquietud
Éramos también octubre
y los bolsillos traseros de tus pantalones.
Pero yo fui siempre el desorden
y tú, desde el principio,
el esqueleto erguido del recuerdo.
4 comentarios:
El pasado del verbo ser es tan duro... por eso, como dice J. Guillén: Ser, nada más. Y basta.
Ojalá no existieran más tiempos verbales Adrián ;)
Hola, pues por aquí tampoco se está nada mal. Me gusta lo que leo/veo.
Me quedo por aquí un rato!!
Eres bienvenida =)
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