Que aquel no sería el hueco más cómodo,
eso ya lo sabías.
Pero era un hueco
y había sitio para ti
y tenías que intentarlo
y eras desobediente
y te ponía.
En primera instancia, dos huecos forman un precipicio.
En quinta, convergen y pueden arrasar con todo.
Y construir cosas nuevas, simples, y preciosas.
Construir tardes intensas, de eufórica esperanza.
No me da miedo decirte que aspiras demasiado alto,
porque saldrá algo bueno de esto
y no me cabe duda de que, por minúsculo que sea, sabrás valorarlo.
Tras tu lucha alquimista por convertir todo en algo mejor,
tendrás, al final, residuos envolviendo cada neurona.
Y habrá siempre algo que te recuerde otro algo más feliz.
Pero la felicidad es entrópica y siempre asciende hasta el equilibrio.
Cuando sientas, que al único sitio al que has conseguido llegar ha sido al subsuelo,
toda la emoción que cosechaste, irá a por ti.
Por eso llorarás primero,
para que te des cuenta de que han vuelto,
que siguen ahí las sonrisas que son tuyas.
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