3 de noviembre de 2012

Lamento por alegrías.

Si estuvieras aquí compartiríamos la lluvia
y hablaríamos de  la ciencia y su poder,
que escapa de nuestra humilde manera de formar parte de ella.

De la lluvia,
haciéndonos llorar en reducción mutua,
quizá por rabias diferentes.
Tú por no estar debajo.
Yo por no estar encima.

Si hubieras estado ayer me habrías reñido por el cansancio
y súbitamente, desnudándome del miedo,
habría abordado los cuadernos y las fotos
y me habría arrojado con ellos al suelo,
como bulbos preparados para la vida.

Si estuvieras aquí mañana,
me despertaría tu inquietud entre las sábanas,
me darías los buenos días sin reparar en el volumen,
buscarías en el armario algo azul para que me vistiera,
prepararías café y me pedirías salir a pasear.

Mientras yo, como siempre,
quejándome por tus prisas y tu apabullante forma de vivir los domingos,
me hundiría aún más en la cama
y de mal modo te obligaría a cerrar las cortinas.

Aun con los ojos cerrados,
te sentiría llegar hasta mí,
besarme la mejilla
y susurrarme:
"¡Venga, que aún huele a tierra mojada!"

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