1 de septiembre de 2012

Septiembre


Ya nadie lee la programación de la tele,
ni hace los crucigramas,
ni mira las necrológicas.

Nadie reza para que las cosas salgan bien,
porque ya no hay a quien rezarle,
casi nunca.

A veces voy a la iglesia en la que crecimos y me siento en los bancos de la izquierda, como antes.
Solamente por respirar tranquila, casi ausente, durante un rato.

Siempre me hacías reír cuando el cura no miraba.
Agachábamos la cabeza y, casi llorando, disimulábamos  los ataques de humor,
hasta que alguien nos amenazaba con un buen castigo si no nos comportábamos.

Recuerdo el día que me dijeron que te ibas.
Ni siquiera viniste tú a darme la explicación que merecía ese acto despreciable de dejarme sola entre tanta mente inmóvil.
Creo que ese fue el día en el que crecí de golpe todo lo que tenía que crecer los cinco o seis años que vendrían detrás.

Eras el mejor jugador de fútbol de todo el pueblo y el motivo por el que una buena proporción de lo que soy ahora, conserve los colores cálidos, la parte al sol del patio, las canciones de autobús,
que entonces éramos.

2 comentarios:

Lola dijo...

luego dice que no escribe para nadie, la tía...andaaaaaa jajajaj

Crisandbar dijo...

No siempre, no siempre...