9 de febrero de 2013

Still here.




Te has ido y sigues aquí.
Siguen aquí los cuadros de tus camisas, tu eterno cigarrillo, la borla de tu gorro de lana, las paredes de la 216 salpicadas de tu milimétrica planificación del tiempo, tu termo de Mickey Mouse, tus estanterías atestadas de libros de Historia, tu cazadora mostaza, tu Mac con esparadrapo y tus Vans azul eléctrico.

Te has dejado en el Sena tu mesura, tu galán de veintiún años, tu cicatriz en la frente y la de la comisura, tu respiración contenida, tu insomnio, tu vaso medio vacío, tu lucha entre razón y piel, el asomo de tus calzoncillos por debajo del jersey, tu inusual manual de instrucciones, tu lunar debajo del pecho, tu cama desecha, tu latido desbocado, tu desorden, tu barba diluida, tu médico mudado a economista, tu accidente de coche, y tu muro de contención.

Pide, por favor, que te lleven de vuelta tus manos bajo mis orejas, tus correcciones a mi inglés, tus dilatados besos en la frente, tus distancias de seguridad, tu mano revolviéndome el pelo, tus clases de Historia, tus incendiarias contradicciones, el prólogo de tu sonrisa antes de cada beso, tu reprimida carcajada ante mi balbuceante francés, tu olor bajo las sábanas, tu pellizco en mi nuca cuando llegabas, el último abrazo, el narcótico tempo de tus labios, tus I'll come:) , el siempre tímido avance de tus manos, tus amonestaciones a mi impuntualidad y el mapa de isobaras de tus dientes sobre mi labio inferior.

Resucitas en cada botella de Leffe, en el "TH" de cada jueves en mi Casio, en la línea azul que secciona París en dos mitades, en cada canción de Dido, en la cúpula del Panthéon, en la parada de Cluny-La Sorbonne, en el gótico de Hôtel de Ville y en la maraña de callejones del Barrio Latino.

Sigues aquí a la espera de un diagnóstico de indiferencia. De la firma del armisticio entre tú, reducido a recuerdos, y mi era posible ; de tus kilómetros y mis quemaduras. De mi punto y seguido y tu cuenta de pérdidas y ganancias.




¿Cómo voy a convertirte en cenizas si todavía me ardes?

2 comentarios:

Óscar Sejas dijo...

Es complicado, porque hay personas que arden dentro mucho tiempo, como fuegos fatuos...

Pero al final se aprende a vivir con fuego y deja de quemar.

Es triste y nostálgico este texto pero está cargado de belleza, casi bailaron mis ojos en cada línea.

Un abrazo.

Elogio de la Locura dijo...

Ojalá lleves razón y algún día deje de quemar.
Muchas gracias por pasarte por aquí y por supuesto, por el comentario ;)